Sandra Díaz: “Prefiero hablar de una crisis ambiental global, más que climática: crisis de la naturaleza, del clima y del tejido social cada vez más desigual”

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Sandra Díaz es una referente mundial en biodiversidad y ecología. Esta bióloga argentina va más allá en su trabajo, ya que establece una conexión entre la preservación de la naturaleza y los modelos económicos y sociales que la amenazan. Catalogándola como “guardiana de la biodiversidad”, en 2019, la revista Nature le incluyó en su top 10 de personalidades más influyentes de la ciencia. Ese año también recibió dos importantes galardones: el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica y el Premio Bunge y Born. En 2021 fue reconocida con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento por catalogar los rasgos de 200.000 especies de plantas y sus funciones en los ecosistemas de todo el planeta.

Actualmente es investigadora superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal. Es profesora titular de Ecología de Comunidades y Ecosistemas en la Universidad Nacional de Córdoba y dirige el Núcleo DiverSus de Investigaciones en Diversidad y Sustentabilidad. Desde 2019 es profesora visitante (ad honorem) en la Universidad de Oxford (Reino Unido). Ha escrito más de 200 artículos en revistas científicas, así como nueve libros e informes, lo cual la sitúa entre un prestigioso grupo que representa al 1% de científicos más citados y referidos del planeta dentro de su especialidad.

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Foto: Daniel M. Cáceres

¿Cómo afecta el cambio climático a la naturaleza y biodiversidad? 

El cambio climático no viene como un problema separado de la destrucción de la naturaleza y la pérdida acelerada de la biodiversidad. Se los presenta como problemas separados -con el del clima teniendo más visibilidad mediática-, pero están inextricablemente ligados. La atmósfera y el clima son el resultado de los seres vivos. Y, por el otro lado, el tapiz de la vida, -las plantas, los animales, los microorganismos- del cual dependemos para nuestra continuidad física, simbólica y social, se ve severamente afectado por el cambio climático. Por eso, yo prefiero hablar de una crisis ambiental global, más que climática: crisis de la naturaleza, del clima y también del tejido social global, cada vez más desigual.

¿Qué impacto diferencial tiene el cambio climático en las niñas y las mujeres?

Estas crisis tienen impactos mayores sobre las regiones, sectores sociales y personas más vulnerables que, en la mayoría de los casos, son las que menos han contribuido a este estado de las cosas, porque son los que menos consumen, demandan o contaminan. Pero son quienes están en las condiciones más expuestas, en los sitios más vulnerables a los desastres climáticos o a la contaminación, en los sectores de las ciudades donde los servicios son más precarios, con el peor acceso a los sistemas de salud o al agua y la tierra en los sectores rurales. Son las personas que tienen menor poder de negociación para lograr mejores condiciones.

Esta vulnerabilidad diferencial incluye a las mujeres; y más aún a las mujeres pobres, ancianas o muy jóvenes, también a las jefas de hogar, las encargadas de la salud y mantención básica de la familia, particularmente en los sectores más carenciados.

¿Por qué es importante potenciar la igualdad de género en el contexto de la crisis climática y la reducción del riesgo de desastres? 

Todos los sectores -incluyendo los históricamente más desfavorecidos- pueden hacer mucho por un futuro mejor, tanto para mitigar cambios negativos evitables como para adaptarnos a los que ya son inevitables. Se habla en los diferentes foros ambientales de la necesidad de un cambio transformador, profundo, social, económico, político, de cómo nos posicionamos ante el resto de lo viviente, incluyendo humanos y no humanos, y de cómo nos apropiamos de sus vidas, un cambio que no sean solo “parches verdes” superficiales.

En esto, los movimientos por una mayor igualdad y acceso, incluyendo de modo prominente a los de igualdad de género, tienen el enorme valor de visibilizar las vulnerabilidades y fortalezas diferenciales asociadas a los diferentes géneros, entrelazados con los diferentes actores sociales.

¿Qué importancia tienen las plantas para la protección de la biodiversidad? 

Lejos de ser una escenografía verde pasiva, las plantas son el corazón pulsante de la biósfera. Son parte esencial de la biodiversidad, son prácticamente la única fuente de energía para el resto de la vida sobre la tierra.

Los organismos fotosintéticos, incluyendo a las plantas, han creado hace millones de años la atmósfera rica en oxígeno que hoy disfrutamos; regulan el clima como un gigantesco acondicionador de aire y proveen alimento a los animales. Además, generan innumerables beneficios alimenticios, medicinales, de provisión de fibras y materiales de construcción y representan una porción enorme del mundo simbólico de todas las sociedades. Sin las plantas, literalmente no seríamos humanos, directamente no seríamos.

¿Cuáles son las contribuciones de las mujeres científicas para lograr un mundo más sostenible y resiliente ante el cambio climático?

Las contribuciones son muchas y diversas. Las que mejor conozco tienen que ver con la ecología y el ambiente. Por ejemplo, en Argentina, destacan la restauración de ecosistemas, la implementación de las llamadas “soluciones basadas en la naturaleza”, la propulsión de tecnologías y políticas de uso más eficiente y equitativo de la energía, el relevamiento y defensa del patrimonio natural, la lucha por la soberanía alimentaria y por un ambiente más saludable para quienes estamos ahora y las próximas generaciones, el estudio a campo de las enfermedades transmitidas por vectores, el estudio en conjunto con los actores locales de cómo enfrentarse al cambio climático, el rescate de técnicas de manejo ancestrales, el diseño de espacios urbanos social y ecológicamente más sostenibles, el manejo sostenible y justo de la vida silvestre, la etnoecología y el diálogo con el conocimiento indígena y local, por nombrar algunas contribuciones prácticas concretas.

Y por supuesto, todas estas aplicaciones se basan en conocimientos y descubrimientos fundamentales en el campo de la ecología, climatología, física y química, economía, antropología y filosofía de la naturaleza. Estos avances son más teóricos, por así decirlo, pero sin ellos los avances prácticos no serían posibles. En todos estos avances hay una presencia importante de mujeres científicas y tecnólogas. En ese sentido, Argentina, si bien hay todavía un largo camino por recorrer, tiene una posición destacada en América Latina y en el mundo. 

¿Cómo podemos incorporar a más mujeres en los espacios de toma de decisiones para crear políticas ambientales con perspectiva de género?

Las mujeres también han accedido a algunos de los puestos más altos de los organismos nacionales de ciencia y técnica. Por ejemplo, en los últimos años hemos tenido y estamos teniendo las primeras presidentas del CONICET (Marta Rovira y Ana María Franchi), la primera jefa de gabinete del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación (Carolina Vera) y la primera presidenta de la Academia Nacional de Ciencias (Beatriz Caputto). Pero también es cierto que estos ejemplos eminentes no desmienten el hecho de que, numéricamente, la presencia femenina en la ciencia y tecnología -muy importante en los estadios tempranos de la carrera- se “rarifica” hacia los puestos de mayor jerarquía y responsabilidad y todavía es insatisfactoria a todos los niveles en muchas disciplinas.

El acceso a las carreras científicas y a puestos de poder dentro del sistema científico y técnico tiene que ver con dos cosas. Primero están los marcos legales y regulatorios que crean el espacio de participación, de derechos y garantías y por lo tanto son imprescindibles. Pero para una ocupación plena de ese espacio, es preciso accionar sobre los modelos y las narrativas sociales dentro en los que se encuadran estos modelos.

Estas narrativas son las historias que les contamos a los demás y a nosotras mismas sobre qué significan la felicidad, el éxito, la plenitud, los deberes y el deber ser, como persona y como sociedad y que determinan de un modo profundo qué hacemos, qué no hacemos y qué valoramos y priorizamos. Un cambio transformador como el que mencionaba más arriba es por supuesto un cambio a nivel de derechos y condiciones materiales; pero también es un cambio a nivel de las narrativas sociales, incluyendo aquellas que se tejen y nos tejemos en torno a las mujeres. 

¿Tuvo alguna mujer científica referente?

A la hora de elegir ‘modelos’, lo que siempre me han atraído son las ideas, especialmente la originalidad y la capacidad de síntesis, y también la integridad personal. Un nombre que puedo mencionar es Georgina Mace, una especialista en biodiversidad extraordinaria, que combinaba gran agudeza teórica, liderazgo, humildad y respeto y cuidado por las personas, pero desgraciadamente murió en 2020. En la actualidad tengo muchas colegas argentinas en diferentes ámbitos científicos, algunas bastante más jóvenes que yo (otras no) que son mi inspiración constante, a las que prefiero no nombrar de forma individual porque esta nota es breve y no quiero cometer la injusticia de olvidarme de alguna.