Igualdad de género y cambio climático, dos desafíos urgentes
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Por María Noel Vaeza
El mundo transita por una doble emergencia. Por un lado, necesitamos acciones urgentes y eficaces para hacer frente a la crisis climática y el riesgo de desastres. Por el otro, es imperativo superar los rezagos que aún tenemos en cuanto a igualdad de género.
Son dos tareas que se deben enfrentar de forma coordinada y en conjunto. Es decir, ninguna de las dos será posible por sí sola. Sin igualdad de género no podremos enfrentar la crisis climática. Y si no enfrentamos la crisis climática, no habrá igualdad de género posible.
Cada vez es más evidente que las mujeres son más vulnerables al impacto del cambio climático que los hombres, ya que constituyen la mayoría de la población pobre del mundo y son más dependientes de los recursos naturales que están bajo la amenaza del cambio climático.
Según un informe del PNUD, en la catástrofes climáticas ocurridas entre 1999 y 2019 murieron seis mujeres por cada cuatro hombres. Después de la catástrofe, las mujeres son también las que tienen más riesgo de no poder alimentarse adecuadamente.
La economía de las mujeres también sufre, porque pierden sus medios de subsistencia o tienen que dedicarse a la atención de heridos y enfermos. Las agricultoras producen más del 45% de los alimentos en los países en desarrollo, por eso las sequías, inundaciones y otros fenómenos les afectan más que a los varones.
Por eso, este 8 de marzo, Día Internacional de las mujeres, queremos poner la lupa sobre esta relación entre las consecuencias del cambio climático y las brechas de género. Ya no se trata de que el mundo sea mejor, sino de un asunto de supervivencia de la especie humana.
Las mujeres y las niñas pueden ser, y en muchos casos ya lo son, esas voces eficaces y poderosas que impulsan el cambio para lograr la mitigación y la adaptación a los efectos del cambio climático. El ejemplo de Greta Thunberg despertó muchas conciencias en el mundo, pero no es el único.
En América Latina y el Caribe tenemos mujeres inspiradoras como Berta Cáceres, asesinada por defender la causa ambiental y los territorios ancestrales, y a su hija Laura Zúñiga, continuadora de la lucha de su madre.
Inspirador es también el trabajo de Daniela R. Gutiérrez con la siembra de árboles en Cochabamba, Bolivia; la lucha por reducir la pobreza de las mujeres maya de Graciela Coy; y los esfuerzos de Mercedes Pombo en defensa del ambiente y los derechos humanos en Argentina, por mencionar a algunas.
Estas iniciativas tenemos que seguirlas apoyando, defendiendo y, sobre todo, haciendo posible que cada vez más niñas y mujeres de América Latina y el mundo se impliquen y se comprometan en acciones efectivas a favor del medio ambiente.
Es una tarea que requiere de leyes, normas y profundos cambios sociales para que mujeres y niñas puedan participar de forma igualitaria y segura también en los espacios de tomas de decisiones con respecto a la emergencia climática y el riesgo de desastres.
Desastres, por otra parte, a los que considero errado ponerles el adjetivo de “naturales”. Las grandes catástrofes derivadas de fenómenos climáticos tienen origen humano: por depredación, por falta de planificación o por corrupción. La culpa no es de la naturaleza.
A medida que el mundo comienza a vislumbrar un horizonte de esperanza para empezar a controlar la pandemia de COVID19, es el momento de abordar las tareas que la emergencia sanitaria nos forzó a posponer.
Sobre todo, porque muchas de las injusticias, de los desequilibrios, de las desigualdades se profundizaron durante la pandemia. Una situación que, en palabras del Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, nos ha hecho retroceder diez años en derechos ya conquistados.
De modo que la situación actual es esta: por una parte, tenemos un rezago de años en igualdad de género y derechos humanos de las mujeres; por la otra, la certeza de que los fenómenos meteorológicos serán cada vez más intensos y más frecuentes a causa del cambio climático.
Pero también tenemos la esperanza que representan millones de mujeres y niñas dispuestas a comprometerse, a trabajar, a liderar el trabajo necesario para salvar a la Madre Tierra y avanzar hacia la igualdad.
Es hora de actuar. Con decisión, con creatividad, con coraje. Este 8 de marzo, Día Internacional de las mujeres, hagamos realidad la igualdad de genero hoy para un mañana sostenible.