8M: Igualdad de género hoy para un futuro sostenible
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El 8M, el Día Internacional de las Mujeres, es un hito que permite poner al centro del debate público los avances alcanzados por las mujeres y el movimiento feminista, pero sobre todo los desafíos pendientes para garantizar los derechos humanos de las mujeres y la igualdad de género.
El 8M es un momento de reconocimiento de los movimientos y organizaciones feministas y de las mujeres que ya no están, porque han sido el principal motor del camino hacia la igualdad de género, que ha sido arduo, pero no infructuoso.
La pandemia ha profundizado las brechas de género existentes en América Latina y el Caribe e iniciamos 2022 haciendo frente a graves desigualdades:
- En cuanto a la economía, la pandemia redujo la participación de las mujeres de la región en el mercado laboral. En 2021, según datos de la OIT, más de 13 millones de mujeres vieron desaparecer sus empleos a causa de la pandemia en América Latina y el Caribe. La contundente salida de las mujeres de la fuerza laboral representa un retroceso de 18 años en los avances logrados por las mujeres según los datos de CEPAL de 2021.
- La pobreza y la pobreza extrema en América Latina y el Caribe están a niveles de hace más de dos décadas. Según datos de CEPAL de 2021, al cierre de 2020, alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas se encontraban en situación de pobreza, 23 millones más que en 2019. En 2019, el promedio regional de mujeres sin ingresos propios alcanzó el 28 %, mientras que para los hombres fue del 10,4%. Esto significa que casi un tercio de las mujeres de la región depende de otros para su subsistencia, lo que las hace vulnerables desde el punto de vista económico y dependientes de los perceptores de ingresos, que por lo general son los hombres.
- Entre los hogares más pobres, los hogares monomarentales están sobrerrepresentados y suelen ser mujeres que fueron madres adolescentes, con un acceso limitado a la educación y la formación y en general con empleos precarios y en la informalidad.
- Las mujeres rurales viven situaciones de extrema precariedad laboral y aislamiento. Según la OIT, en el año 2019 el 85,7% de los trabajadores ocupados en el sector agrícola eran informales, mientras en el sector no agrícola la tasa de informalidad fue de 65,8%. En el caso de las mujeres, la proporción de informalidad es mayor a la de los hombres, destacándose que en sector agrícola la tasa ha alcanzado el 91,6%. Al hablar de género la vulnerabilidad se hace aún más notoria ya que el 81,5% de las mujeres del sector informal se emplean en las categorías cuentapropista, trabajo familiar auxiliar o recibe un salario de una microempresa, rubros especialmente impactados en la pandemia.
- Las mujeres siguen enfrentando horas de carga de cuidados en los hogares en condiciones muy difíciles. En la región, las mujeres todavía dedican más del triple de tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres. Estas diferencias son incluso mayores para las mujeres de menores ingresos, las denominadas “mujeres de los pisos pegajosos”, quienes dedican en promedio 46 horas semanales al trabajo no remunerado, frente a las mujeres de los denominados “techos de cristal”, con mayores ingresos, que dedican en promedio 33 horas semanales.
- La participación política de las mujeres ha mejorado un poco, pero siguen mayoritariamente excluidas de los espacios de poder para la reconstrucción.
- Se ha intensificado todo tipo de violencia contra las mujeres y las niñas, sobre todo en el hogar. El acoso sexual y otras formas de violencia contra las mujeres siguen ocurriendo en la calle, en los espacios públicos y en las redes sociales. De acuerdo con la CEPAL, un promedio de al menos 12 mujeres muere diariamente en la región por el mero hecho de ser mujeres. Hay un aumento de los riesgos de violencia contra las mujeres y las niñas. En la región, en promedio 1 de cada 3 mujeres ha padecido violencia física y/o sexual en una relación íntima a lo largo de su vida, lo cual ha sido acentuado por la pandemia.
- América Latina y el Caribe sigue siendo la región del mundo más peligrosa para las defensoras de derechos humanos y el medioambiente. Reafirmamos la importancia, y la responsabilidad, que tenemos hacia las defensoras de derechos humanos y ambientales. Estas mujeres, muchas de ellas indígenas, enfrentan enormes riesgos para defender algo que necesitamos y nos beneficia a todas y todos. Las amenazas y la violencia que enfrentan las defensoras deben cesar inmediatamente y su rol como guardianas de la tierra reconocido y respetado.
- La igualdad de género y la construcción de paz van de la mano. El mejor predictor del nivel de fragilidad de un país no es la riqueza, el tipo de gobierno o la religión que practica la mayoría de sus habitantes, sino sus índices de igualdad de género.
- Una recuperación exitosa implica también asegurar la participación de las mujeres en todas las etapas de las respuestas. No solo por un compromiso con una representación justa, sino por la contundente evidencia de que cuando las mujeres participamos en espacios de toma de decisión los beneficios para la población en su totalidad son múltiples: las políticas públicas suelen reflejar la diversidad de necesidades de la población y nuestra participación puede contribuir al aumento de la confianza en las instituciones (OECD, 2014).
- La recuperación también debe tener en cuenta los estrechos lazos entre el género, la seguridad y el cambio climático. Las consecuencias del cambio climático pueden generar motores de inseguridad para las mujeres, incluyendo una mayor exposición a la violencia de género, un aumento de la inseguridad alimentaria, así como barreras para el acceso a recursos y un mayor riesgo de desplazamientos forzados. Es por esto que se hace necesario que las medidas de mitigación y adaptación incorporen al cambio climático que contemplen la plena participación de las mujeres y una perspectiva de construcción de paz y de género.
ONU Mujeres hace un llamado a los Estados a promover estrategias de recuperación post COVID 19 que contribuyan a desatar los nudos estructurales de las desigualdades en América Latina, con foco en la construcción de paz. Esto implica promover políticas públicas transformadoras, con perspectiva de género, que apunten al cierre de brechas y prevengan que terminemos en una situación de mayor desigualdad y mayor tensión social.
Por último, el foco de este y de todos los 8M debe estar en empoderar a las mujeres que luchan por sus derechos y los de sus comunidades. Las protagonistas de la construcción de paz están en los territorios de toda América Latina y el Caribe: las defensoras son quienes ponen sus vidas en peligro por la defensa de los recursos naturales y la tierra. Todas ellas, en los más diversos territorios de la región, cumplen un rol esencial en la prevención, manejo y transformación de conflictos en la región.
Para reconstruir nuestras sociedades, es fundamental avanzar las autonomías económica, física y política de las mujeres, fortaleciendo su rol en la economía, el desarrollo y la transformación social, fortaleciendo el rol protagónico de las organizaciones de mujeres en las comunidades, y en el diseño, implementación y evaluación de las políticas públicas.
Este año el tema del 8M es “Igualdad de género hoy, para un mañana sostenible”. Nuestra meta común es avanzar hacia el logro del desarrollo sostenible, responder a la crisis climática a la que nos enfrentamos, la gestión y la reducción del riesgo de desastres y el fortalecimiento de la resiliencia de todas las mujeres, sin dejar a nadie atrás.