Fotorreportaje: Un mundo cambiante, un trabajo cambiante
Fecha: 28 February 2017
El mercado laboral está cambiando a gran velocidad, debido a la innovación y al aumento de la movilidad y de la informalidad. Pero el cambio tiene que ser más rápido en lo que respecta a empoderar a las mujeres que, con su trabajo, han reportado muchas de las ganancias globales de las últimas décadas.
Las mujeres siguen teniendo en su mayoría trabajos menos lucrativos y que no permiten disfrutar de prestaciones. Ganan menos que los hombres, aun cuando soportan el enorme peso —fundamental en términos económicos— que representan el trabajo de cuidado no remunerado y el trabajo doméstico.
Lograr el empoderamiento económico de las mujeres requiere de un cambio transformador para compartir la prosperidad de forma equitativa, sin dejar a nadie atrás. La comunidad internacional ha asumido este compromiso en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Todas las mujeres deberían poder disfrutar de su derecho a un empleo decente. Como defensora mundial a favor de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, la pregunta que se hace ONU Mujeres es: ¿cómo conseguirlo?
IGUALDAD DE REMUNERACIÓN PARA LAS MUJERES
No importa el sitio en que trabajen ni a lo que se dediquen. En todo el mundo, las mujeres ganan menos que los hombres por realizar el mismo trabajo.
¿Por qué sigue existiendo la desigualdad salarial por razón de género? En muchos países, las disparidades en la educación han comenzado a reducirse. Pero esto no basta para erradicar la discriminación por motivos de género en el mundo laboral. Todavía excluye a las mujeres de determinados trabajos y las relega a otros, que a menudo son los peores remunerados.
Encontrar un equilibrio entre el trabajo remunerado y las responsabilidades familiares conlleva muchas limitaciones. Los horarios laborales rígidos y unas licencias parentales limitadas son algunos de los factores que obligan a las mujeres a trabajar a tiempo parcial o, incluso, a abandonar el mercado laboral durante largos periodos. En algunos países, se sigue exigiendo a las mujeres que se jubilen antes que los hombres.
¿Qué podemos hacer? Exigir que se promulguen y se apliquen leyes y reglamentos que respalden el principio de la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor. Velar por que las empresas pongan de su parte para acabar con la desigualdad salarial entre mujeres y hombres.
ACABAR CON LA BRECHA EN LA PARTICIPACIÓN
Un número sin precedentes de mujeres recibe dinero por su trabajo. Pero los índices de participación de las mujeres en la población activa siguen estando por debajo de los de los hombres..
Tres cuartas partes de los hombres en edad de trabajar están en activo, pero sólo la mitad de las mujeres. En algunas regiones del mundo, las tasas de desempleo de las mujeres jóvenes son mucho más altas que las de los hombres jóvenes.
Estas diferencias parecen indicar que no todas las mujeres con ganas de trabajar pueden hacerlo. La discriminación por motivo de género sigue disuadiendo a muchas. Otras no ven cómo superar los obstáculos, por ejemplo, la falta de licencias parentales o de servicios de cuidado infantil y atención a las personas mayores. Cualquiera que sea la razón, las mujeres tienen derecho a participar en condiciones de igualdad. Las cifras económicas son otro motivo de peso: el PIB anual mundial podría aumentar hasta en 28 billones de dólares estadounidenses de aquí a 2025.
¿Qué podemos hacer? Instaurar licencias parentales remuneradas y políticas de trabajo flexible, proporcionar servicios de cuidado infantil y alentar a las empresas públicas y privadas a aspirar a la paridad de género en todas las etapas de la contratación.
REPARTIR EL TRABAJO NO REMUNERADO
Con su trabajo no remunerado, las mujeres hacen una enorme contribución económica que permite suplir las carencias en materia de servicios. ¿Por qué este trabajo no se reparte ni se contabiliza?
El valor del trabajo de cocina, limpieza, cuidado infantil y atención a las personas mayores —tareas de las que dependen las economías— representa entre un 10 y un 39 por ciento del PIB. Puede pesar más en la economía de un país de lo que pesan la industria manufacturera o la del comercio.
El trabajo de cuidado no remunerado y el trabajo doméstico suplen las carencias en materia de servicios públicos e infraestructuras, y son realizados mayoritariamente por mujeres. Son una carga y una barrera injustas a la igualdad de participación en el mercado laboral y a la igualdad de remuneración. Corregir esta situación requiere cambiar las normas que marcan quiénes desempeñan dichas tareas e invertir en el trabajo decente y remunerado en el ámbito de la economía asistencial.
¿Qué podemos hacer? Adoptar políticas que permitan reducir y redistribuir el trabajo no remunerado, por ejemplo, mediante el aumento de empleos remunerados en la economía asistencial, y alentar a los hombres a compartir el trabajo de cuidado y el trabajo doméstico. Invertir en sistemas que proporcionen agua, electricidad, transporte y otras necesidades básicas para reducir el trabajo doméstico.
TRABAJO DECENTE PARA TODAS LAS MUJERES
Un número demasiado elevado de mujeres trabaja en empleos informales mal remunerados y con escasa protección de sus derechos.
La discriminación por motivos de género provoca que las mujeres se concentren de forma injusta en empleos informales, por ejemplo, como vendedoras ambulantes, trabajadoras domésticas o en la agricultura de subsistencia. Para las mujeres que poseen escasas habilidades, que desconocen sus derechos o que han emigrado a otros países, los trabajos informales pueden ser la única opción de ganarse el sustento.
El empleo informal recibe generalmente una baja retribución. Al no regirse por las leyes laborales, puede resultar peligroso y carecer de prestaciones sociales como las pensiones, los subsidios por enfermedad o los seguros de salud. El 57 por ciento de las trabajadoras y trabajadores domésticos de todo el mundo trabajan sin límite de horas.
¿Qué podemos hacer? Ampliar la protección social y el salario mínimo vital, promover la transición hacia el empleo formal de acuerdo con la Recomendación núm. 204 de la OIT y ratificar el Convenio núm. 189 de la OIT sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos.
CUALQUIER TRABAJO ES UN TRABAJO DE MUJER
El mundo laboral vive una rápida transformación. Esta transformación debe contemplar el fin de la segregación profesional.
La tecnología y la ecologización de las economías brindan nuevas oportunidades laborales a las mujeres. Pero es necesario corregir las disparidades, dado que las mujeres están sobrerrepresentadas en los empleos con baja remuneración y subrepresentadas en los puestos directivos, así como en los campos de la ciencia y la tecnología. La mitad de la población activa mundial trabaja en el sector de los servicios, donde predominan las mujeres. Su proporción alcanza el 77 por ciento en Asia oriental.
Las barreras de género en el trabajo están enraizadas en leyes, normas sociales y políticas discriminatorias. Por ejemplo, es posible que algunas políticas comerciales sirvan para explotar una mano de obra femenina barata. Las políticas fiscales a veces imponen un límite de gasto a servicios que podrían ayudar a las mujeres a lograr un mayor equilibrio entre el trabajo y la familia.
¿Qué podemos hacer? Tomar medidas políticas con carácter urgente para eliminar las barreras que discriminan a las trabajadoras. Proporcionar educación y capacitación a las mujeres, para que gocen de nuevas oportunidades en un mundo laboral en transformación.
Por la naturaleza del trabajo que desempeñan, a menudo las mujeres se quedan fuera del alcance de los movimientos sindicales y de sus protecciones.
La capacidad de las mujeres para organizarse en sus lugares de trabajo y comunidades es un elemento indispensable de la defensa de los derechos laborales. La voz colectiva de las mujeres constituye una de las vías por las que garantizar el empleo decente e influir en las prioridades de las políticas públicas. En los sindicatos, las mujeres han impulsado logros en la organización y en la negociación colectiva, incluso para grupos sumamente vulnerables como las trabajadoras y los trabajadores domésticos.
No obstante, siguen existiendo barreras al derecho de organización, e incluso leyes represivas. Las mujeres que trabajan a tiempo parcial o de forma aislada en los hogares pueden tener menos oportunidades para informarse sobre redes de protección, grupos de apoyo u organizaciones —como los sindicatos— y de formarlos o de unirse a ellos.
¿Qué podemos hacer? Promover la paridad de género en los puestos de toma de decisiones en sindicatos, organizaciones obreras y patronales y juntas corporativas. Instar a los gobiernos, las empresas y las y los trabajadores organizados a promover conjuntamente los derechos humanos y laborales de todas las trabajadoras.
PONER FIN AL ACOSO EN EL TRABAJO
La violencia contra las mujeres vulnera sus derechos. En el lugar de trabajo, tiene un costo elevado.
Independientemente de la edad, los ingresos o el tipo de empleo, ir a trabajar implica para todas las mujeres un riesgo de sufrir violencia y acoso. Algunos jefes conceden ascensos únicamente a cambio de favores sexuales. Un taxi puede ser una fuente de ingresos o suponer un riesgo de violación.
Las consecuencias son múltiples. Los daños ocasionados en la salud física y mental pueden traducirse en absentismo laboral, salarios más bajos y despidos. Es probable que las mujeres se sientan injustamente oprimidas a la hora de elegir un trabajo y circular libremente.
¿Qué podemos hacer? Promulgar y aplicar leyes y políticas que penalicen todas las formas de acoso y violencia de género en el lugar de trabajo. Trabajar de consuno con los sindicatos, las empresas y las personas que defienden a las y los trabajadores informales para que todas las mujeres conozcan sus derechos y puedan exigir reparación por las violaciones de sus derechos.
IGUALDAD EN LAS LEYES Y EN LAS PRESTACIONES
Debido a las disposiciones legislativas discriminatorias y las disparidades en materia de protección social, las mujeres tienen mayor probabilidad de vivir en la pobreza.
Apenas 67 países han adoptado leyes contra la discriminación por motivos de género en las prácticas de contratación, mientras que al menos en 155 países, el empleo y la capacidad empresarial de las mujeres están sujetos a una o más restricciones legales por razón de género. Las leyes discriminatorias y la insuficiente protección jurídica agravan las desigualdades de género y privan de poder a las trabajadoras.
Las mujeres también carecen de prestaciones de protección social: del 73 por ciento de las personas que tienen un acceso parcial o nulo a pensiones, prestaciones por desempleo e, incluso, seguros de salud, la gran mayoría son mujeres. Además de ganar menos que los hombres, esta situación hace que sean más vulnerables a la pobreza.
¿Qué podemos hacer? Derogar toda legislación laboral discriminatoria, en consonancia con la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Promover planes de protección social debidamente estructurados que reduzcan la pobreza e incluyan a todas las mujeres, incluidas las que trabajan, se jubilan o realizan tareas de cuidado no remuneradas.
LAS ECONOMÍAS QUE BENEFICIAN A LAS MUJERES BENEFICIAN A TODA LA SOCIEDAD
El futuro que imaginamos para la humanidad y el planeta que compartimos, recogido en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, depende de nuestra capacidad para aprovechar plenamente el poder y el potencial de las mujeres. Es hora de que las grandes ambiciones de la Agenda 2030 se hagan realidad y de garantizar que todas las mujeres puedan prosperar y participar, entre otras formas, con un trabajo decente y digno.