En palabras de Elizabeth Araúz: “el trabajo en equipo se duplica y triplica en logros si tienes varias manos y corazones puestos en el mismo objetivo: trabajar para que las acciones humanitarias tengan un enfoque diferencial de género”

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La antropóloga y feminista ecuatoriana Elizabeth Araúz ha dedicado su carrera a los temas de género, violencia, asistencia humanitaria, salud, ambiente e interculturalidad. Desde 2019 es la coordinadora de la implementación del proyecto Caminando.

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Foto: Cortesía Elizabeth Araúz

Mi rol dentro del proyecto es de coordinación, pero, sobre todo, lograr que cada una de las personas que pasan a formar parte del equipo o que articulan acciones con Caminando, se enamoren y se comprometan con la propuesta, que pongan corazón en el trabajo que llevamos adelante junto a las mujeres en situación de movilidad humana, para que el “caminar” cobre sentido.  

Los territorios de frontera son territorios de alta movilidad y complejidad social. Aportar para que las mujeres en situación de movilidad humana mejoren sus conocimientos, cuenten con medios de vida y formen parte del tejido social local a través de su participación, así como asegurar desde el Estado una respuesta adecuada a las necesidades de la población en situación de movilidad humana, son acciones que aportan a la construcción de la paz en los territorios. 

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Foto: Cortesía Elizabeth Araúz

Dentro del proyecto, ha sido muy gratificante aportar al empoderamiento económico de las mujeres y constatar que inician negocios y emprendimientos a través de los cuales se integran en sus comunidades de acogida y aumentan su vocación de permanencia. Así también el haber integrado a más de 800 hombres en movilidad humana y ecuatorianos como aliados para la prevención de la violencia de género y la corresponsabilidad de los cuidados ha sido un proceso que ha traído muchos aprendizajes y que nos brinda nuevos elementos en el trabajo por alcanzar la igualdad de género en el ámbito comunitario.  

Adicionalmente, Caminando ha desarrollado una línea de intervención que utiliza el arte para resignificar las vivencias de violencia de género que enfrentan las mujeres en la ruta migratoria, denominada “Arte para sanar y reconstruir”.  

Estas acciones permiten que las mujeres ecuatorianas, venezolanas y colombianas desarrollen proyectos artísticos conjuntos, adquiriendo conocimientos y habilidades a la par que resignifican sus historias de vida. Estas experiencias han dejado un aprendizaje importante basado en la diversidad cultural como fuente de enriquecimiento social que amplía las posibilidades de elección. Una vida en diversidad fortalece la cohesión social, dejando atrás prácticas de xenofobia y discriminación para la construcción de la paz. 

En estos momentos, en que la crisis migratoria se ha visto incrementada por la actual crisis sanitaria del COVID-19, es fundamental brindar asistencia humanitaria a las mujeres migrantes y refugiadas, dada la actual feminización del fenómeno migratorio, reconocer que en la actualidad son las mujeres las que mayoritariamente migran en busca de reunificación familiar o de mejores oportunidades y que, si bien cuentan con mucho potencial y capacidades, es deber del Estado y de la cooperación brindarles oportunidades. No se trata solo resolver los problemas resultantes de la migración y el asentamiento, sino brindar oportunidades para su integración y permanencia.  

Asimismo, es importante reflexionar que un reto importante de la asistencia humanitaria es identificar las necesidades diferenciadas que tienen hombres y mujeres. En el caso específico de las mujeres se les debe reconocer no solo como víctimas del proceso migratorio, sino también como individuos con agencia propia, conocimientos previos y como mujeres que pueden aportar de manera significativa al desarrollo de los territorios y las localidades.    

Para mí, la mayor satisfacción de formar parte del proyecto Caminando se ha dado en las interacciones con las mujeres y los hombres que participan del proyecto; conocer sus historias es un ejemplo de perseverancia, pero sobre todo es una satisfacción saber por sus relatos que el formar parte del proyecto les ha permitido darse cuenta de su potencial y valorarlo. Para mí las personas migrantes y refugiadas con sus historias son luz en el camino.

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De igual manera, el proyecto me ha reconfirmado el potencial transformador que tiene el trabajo en equipo. El trabajo de una persona se duplica y triplica en logros si se cuenta con varias manos y corazones puestos en el mismo objetivo: trabajar para que las acciones humanitarias tengan un enfoque diferencial de género y que las mujeres en movilidad humana sean consideradas agentes de cambio y transformación positiva tanto para sus comunidades como para las comunidades de acogida en el Ecuador.  

En este día, es importante resaltar que la acción humanitaria tiene alto potencial a la hora de generar capacidades y espacios para una convivencia pacífica a través de un trabajo direccionado a la integración de la población migrante, refugiadas y de comunidades de acogida. Es una de las primeras respuestas que debe ser acertada y engarzarse con acciones posteriores de desarrollo, justicia y garantía de derechos para la construcción de la paz positiva. Mayor justicia social, equidad económica y garantía de derechos para hombres y mujeres en los territorios son acciones indispensables.