Caminando: un proyecto al servicio de las sobrevivientes de violencia en Ecuador

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Las mujeres y niñas tienen derecho a una vida libre de violencia y contar con espacios seguros en los que puedan desarrollarse plenamente.

En la región, la movilidad humana es uno de los desafíos prioritarios en la agenda de desarrollo, con una población migrante constituida en un 72,2 % por personas de otro país de la misma región, de las que mujeres y niñas representan alrededor de 48% por ciento del total.

Ecuador, como parte de este fenómeno migratorio que vive la región, ha pasado de ser un país de tránsito a convertirse en el lugar de destino, con más de 432 mil migrantes y refugiados de origen venezolano, según cifras de la plataforma de GTRM nacional (2021).

En medio de la crisis migratoria, miles de mujeres carecen de una red familiar o de apoyo que las acoja. Por el peligro que enfrentan, se ven obligadas a buscar espacios que les brinden cobijo y protección adecuada para recuperar su vida.

Este problema se incrementa aún más en las zonas fronterizas del país, que, durante los últimos años, han sido receptoras de grandes flujos migratorios que se han desplazado desde varios países, buscando nuevas oportunidades.

 

Más que un refugio, el camino a una vida nueva

Para responder a la crisis migratoria y de movilidad humana, en Ecuador se han implementado mecanismos y acciones de acogida y protección, dirigidos especialmente a mujeres y niños. Sin embargo, pese al trabajo constante en estas zonas, se siguen registrando altas tasas de violencia contra las mujeres.

Según la Encuesta Nacional de Relaciones Familiares y Violencia de Género, realizada en noviembre de 2019, más del 64 % de mujeres de la media nacional han vivido algún tipo de violencia de género a lo largo de sus vidas. También señala que 43 de cada 100 mujeres en Ecuador sufrieron algún tipo de violencia por parte de su pareja.

ONU Mujeres, a través del proyecto Caminando, implementa acciones en once espacios de acogida en las fronteras norte y sur del país, y en la ciudad de Quito, en las que se brinda atención integral que responde a las necesidades de las mujeres sobrevivientes de violencia. El proyecto es financiado por el Fondo de Población de Migrantes y Refugiados del Departamento de Estado de los Estados Unidos y busca la ampliación de acceso a respuestas multisectoriales de calidad para sobrevivientes, que incluyen seguridad, refugio, salud, justicia y otros servicios esenciales.

Una pieza clave en la respuesta a poner fin a la violencia de género son las casas de acogida, que tienen como misión brindar protección a mujeres que han vivido violencia y que requieren un lugar para salvaguardarse, sin consideraciones alrededor de su nacionalidad.

En estos espacios, además de protección, se le brinda a las mujeres y sus familiares que han sufrido violencia, atención integral, seguridad y atienden también a mujeres en situación de movilidad humana que, antes, durante y después de su proceso migratorio, han sobrevivido la violencia basada en género. Es en estos lugares donde empiezan a desarrollar y fortalecer procesos de autonomía y empoderamiento hacia la reconstrucción de sus planes de vida.

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Foto: ONU Mujeres Ecuador

En la ciudad de Lago Agrio, provincia de Sucumbíos, Mónica, una mujer ecuatoriana sobreviviente de violencia intrafamiliar, encontró en Puerta Violeta, un centro externo de atención para mujeres que han sobrevivido la violencia basada en género, un refugio que le brindó nuevas oportunidades.

“Desde que llegué a Puerta Violeta, me acompañaron con todo mi proceso. Fue un acompañamiento total desde la demanda hasta la actualidad. Me sentí protegida y me ayudó a recuperarme a mí misma. El tratamiento psicológico no lo he dejado hasta ahora, y no solo yo, sino que fui con mi hija, quien también recibe acompañamiento y tratamiento psicológico,” sostiene Mónica.

Mónica asegura que esta casa de acogida le ha dado el impulso necesario para rehacer su vida y seguir luchando por sus hijos. Las terapias psicosociales que este espacio brinda son integrales, incluyen una serie de servicios que abarcan desde el asesoramiento jurídico, hasta terapias psicológicas, tanto para las mujeres agredidas como para su entorno familiar.

 

Incrementando las capacidades y agencia de quienes están al servicio de las mujeres

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Foto: ONU Mujeres Ecuador

Quienes trabajan dentro de una casa de acogida asumen un compromiso directo con la vida y la esperanza de un futuro mejor para las mujeres. A través de sus acciones favorecen la estabilidad emocional y el desarrollo personal de las mujeres que llegan a estos servicios.

Darla Altamirano, técnica de proyectos del Patronato Municipal de Carchi y de la Casa de Acogida Manos Unidas, es consciente del papel transformador que juegan estos espacios en la vida de las sobrevivientes de violencia.

“Lo que más me gusta de mi trabajo es tener la certeza de que podemos aportar para mejorar la vida de otras mujeres, que tenemos la oportunidad de aprender muchas cosas y que eso no se queda solo aquí, sino que se comparte entre familias. Cuando las mujeres llegan, por lo general, son tímidas, tienen miedo. Sin embargo, durante su estancia en la casa de acogida, van cambiando su mentalidad, generan planes para su vida y para mejorar la vida de sus hijos,” asegura Altamirano.

Proporcionar un nuevo rumbo en las vidas de las mujeres de las casas de acogida y centros de atención es clave para alcanzar la igualdad de género.

En estos espacios se evidencia cómo, a través de diferentes procesos, la autoestima de las mujeres mejora, así como el desarrollo de sus habilidades a través de la puesta en marcha de emprendimientos, cuyo objetivo es trabajar en un plan de acción que dé seguimiento a las capacidades adquiridas por las mujeres para su autonomía económica.

El proyecto Caminando desarrolla procesos de formación con las usuarias y con el equipo técnico de las casas de acogida y centros de atención participantes en el proceso. La formación gira en torno a temas como el empoderamiento económico, los derechos de las mujeres, rutas y mecanismos de atención, autoestima, autocuidado y emprendimientos, entre otros.

Altamirano señala que la capacitación para poder brindar mejores servicios a las mujeres que llegan a casas de acogida es fundamental.

“Nosotras, como profesionales de casas de acogida, necesitamos herramientas y conocimientos que nos permitan manejar cada caso de forma adecuada y con la mayor sensibilidad posible para generar una red de confianza entre usuarias y profesionales. Gracias a los talleres del proyecto Caminando profundizamos temas en derechos humanos, generación de medios de vida, empoderamiento, y autocuidado; todo eso nos ha ayudado a mejorar nuestras capacidades para brindar una atención especializada a las usuarias”.

 

Abriendo espacios de incidencia para poner fin a la violencia contra las mujeres

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Foto: ONU Mujeres Ecuador

El apoyo brindado al trabajo que realizan las casas de acogida para salvar la vida de las mujeres sobrevivientes de violencia se complementa con la búsqueda de espacios de incidencia en los que se posicione la imperante necesidad de trabajar por la erradicación de la violencia basada en género que cada vez se cobra más vidas.

Es así como el proyecto Caminando inició la construcción de redes de mujeres lideresas locales que buscan incidir en los espacios públicos en miras de proteger y demandar sus derechos. Por medio de talleres se puso de manifiesto la sororidad, ya que muchas mujeres que han participado de estos procesos formativos son mujeres que replican el conocimiento que adquieren, se convierten en agentes de cambio que brindan apoyo a quien lo necesite como es el caso de Denise Arteaga y Rosaura Ramírez quienes, a través de su formación, ponen su vocación al servicio de la erradicación de la violencia contra las mujeres.

Denise Arteaga es lideresa y promotora de salud, de nacionalidad venezolana. Al llegar a Tulcán, en la frontera norte del país, se puso en contacto con organizaciones que atienden poblaciones migrantes con el objetivo, más que de recibir ayuda, de poner su formación y su experiencia al servicio de otras personas.

Fue así como se involucró con el proyecto Caminando, “Lo que más me gustó es que se enfoca en mis temas: la violencia basada en género y los derechos de las mujeres; digo «mis temas» porque yo me estoy formando en esto permanentemente para atender a mujeres sobrevivientes de violencia. En el tema de incidencia he aprendido cómo formular proyectos y a qué instancias acudir para presentarlos y así generar cambios, en defensa de nuestros derechos,” sostiene Arteaga.

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Foto: ONU Mujeres Ecuador

Rosaura Ramírez es una lideresa y abogada que promueve la creación de una casa de acogida que pueda albergar a las poblaciones en vulnerabilidad, que además de ser un centro productivo, sea un lugar en el que las personas puedan recuperar su propio sentido de valor.

Ramírez es la creadora de la Fundación Procuradora Judicial Juntos por una Vida Digna en Derechos Humanos. Para ella, los talleres de Caminando le han aportado un gran impulso a su trabajo como defensora de derechos humanos.

“En los talleres me encontré algunas mujeres en situación de movilidad humana que atendí en la Unidad Binacional San Miguel como parte mi trabajo en la Fundación, y ellas me reconocieron y me decían: «usted me ayudó»; y yo les decía: «qué lindo encontrarte y saber que estás bien, trabajando». Es muy bonito que me reconozcan porque para eso estamos; las lideresas estamos para ayudar a que la gente camine derecho con derechos. Una de las cosas más significativas del taller, para mí, es que promueven la participación política de las mujeres. Porque para lograr una mayor igualdad de género, es muy importante promover su participación en sus ámbitos familiares y comunitarios”.

Actualmente, Caminando, a través de sus espacios formativos, ha contribuido al desarrollo de capacidades personales y empoderamiento económico de más de 115 mujeres, entre ellas, mujeres en situación de movilidad humana y mujeres de comunidades de acogida y centros de atención.

De igual forma, fortaleció las capacidades y agencias del personal de las Casas de Acogida, formando a 85 profesionales y 94 lideresas locales en derechos humanos, generación de medios de vida, derechos de las mujeres, liderazgo, y estrategias incidencia política y comunitaria.

Las casas de acogida y redes de apoyo locales a mujeres que han vivido violencia de género son espacios de sororidad que no conocen fronteras, en el que las mujeres recuperan su voz, se hacen más fuertes juntas y empiezan a mirar la vida con ojos nuevos y llenos de esperanzas y lo más importante es que caminan juntas para poner fin a la violencia contra la mujer.

 

Sobre Caminando

ONU Mujeres busca empoderar a las mujeres migrantes, refugiadas y de las comunidades que las acogen para el pleno ejercicio de su derecho a vivir una vida libre de violencias y promueve la generación de medios de vida sostenibles a través del proyecto Caminando. Dicho proyecto se ha implementado en las provincias de Esmeraldas, Imbabura, Carchi y Sucumbíos en la frontera norte, y la provincia de El Oro en la frontera sur desde septiembre de 2019.

Con el financiamiento del Fondo de Población Migrantes y Refugiados del Departamento de Estado de los Estados Unidos, el proyecto Caminando fortalece mecanismos que aseguren el acceso y disponibilidad de servicios de calidad para la eliminación de la Violencia Basada en Género, acompañados de iniciativas que promuevan la integración socioeconómica de mujeres migrantes y refugiadas, incluido su acceso al mercado laboral, e integración social y cultural. También se gestiona la generación de estudios y herramientas para promover la inclusión del enfoque de género en las acciones humanitarias.