Tenemos derecho a tener tiempo para nosotras

Por: Flor Shinin Romero

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Tengo 24 años, soy de Morasloma, pasé toda mi infancia aquí, con mis dos hermanas y un hermano. Soy madre soltera. Vivo con mi hijo, a mí no me importa lo que me diga la gente. Al principio sí fue difícil salir adelante con él sola, pero ahora no, porque un abrazo de él, un beso de él recompensa el sufrimiento que tuve.

Terminé el colegio, también seguí un curso de belleza y pensé seguir en la universidad sicología. Estudié por mis propios medios, trabajaba entre la semana, deshierbando, cosechando maíz y así terminé el colegio.

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Me gustó el proyecto de ONU Mujeres porque nos enseñaron los valores de nosotras como mujeres, que debemos darnos espacios, tener tiempo para nosotras mismas; que toda la familia colabore para que todos tengamos espacios y tiempo, no solo nosotras en la cocina.

Nos enseñaron acerca de nuestros derechos, sobre cuidado personal, a dedicarme un poquito de tiempo a mí misma, ya no solamente a la familia porque yo también tengo derecho a cuidarme y a desestresarme, a no dedicarnos solamente al hogar.

Para mí fue muy útil todo lo que nos enseñaron. Aprendimos a tejer bufandas para tener motricidad en los dedos, que en un ratito libre que nos queda, que nos dediquemos a eso y tengamos algo en qué descansar la mente de los problemas.

Aprendimos como evitar utilizar químicos y optar por abonos orgánicos en la huerta. Nos hablaron también de la soberanía alimentaria. Si nosotras cultivamos nuestros alimentos, sabemos lo que comemos, lo que llevamos al hogar y lo que estamos dando a nuestros hijos, una alimentación sana, libre de químicos. Aprendimos a hacer exámenes del suelo, y nos facilitaron caldos minerales y nos enseñaron cómo aplicarlos. ¡Yo apliqué uno de ellos en unas coles que estaban con unos bichitos y funcionó!

Aprendimos de lo natural, lo orgánico, para ya no utilizar los químicos que nos cuestan y gastamos dinero. Con eso no gastaríamos nada porque todo lo tenemos. Cuando empezó el proyecto yo tenía un invernadero sin nada, vacío y ahí, conversando con ellas, sembré unos pimientos sin abono, sin nada, solo les metí en la tierra y ya. Se prendieron, pero vi que estaban pequeñitos y amarillos, entonces les puse un caldo mineral de ceniza y azufre, con eso se enverdecieron, cobraron un poco de vida. Después hicimos el bokashi, les apliqué y ahora las plantas están grandes, ya estoy vendiendo los pimientos en Cuenca.

Con los alisos que nos dieron las técnicas de ONU Mujeres, reforesté una hectárea junto a un grupo con el que hemos trabajado desde hace varios años, que se llama Comuna del Cerro. Nos recomendaron evitar quemar la paja porque la paja y el musgo guardan bastante humedad y si quemamos o talamos entonces esa humedad ya no se guarda y se va secando el agua.

Yo sueño con volver a ver mi comunidad verde, con más árboles, con más animales, con más vegetación. Me gustaría jugar con mi hijo más tiempo, disfrutar de su niñez, que mi hijo creciera en un lugar tranquilo, sin cosas que le hagan daño. Me gustaría que mi hijo tuviera el mismo pensamiento que yo y se quedara aquí, que no abandonara este lugar porque no hace falta irse a la ciudad para salir adelante, sino que aquí también tenemos las posibilidades, si queremos podemos vivir aquí bien. Me gustaría que mi hijo estudiara veterinaria, una carrera con la que pueda ayudar aquí mismo, más no salir a la ciudad, porque si es bonito para pasear, pero para vivir es vivir encerrado.

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Esta pieza editorial es un extracto de la publicación “Agua, mujeres, páramo: poner la vida en el centro de la vida”, producto editorial que sistematiza testimoniales de las beneficiarias del proyecto “Sostenibilidad del páramo desde la perspectiva de género”, ejecutado con el Gobierno Autónomo Descentralizado de la Provincia de Azuay, Ecuador y financiado por el Ayuntamiento de Madrid.

Las opiniones contenidas en este blog son responsabilidad de su autora y no reflejan una posición oficial de ONU Mujeres o de cualquier otra agencia del Sistema de las Naciones Unidas.

"Agua, mujeres, páramo: poner la vida en el centro de la vida”