Las mujeres construyen y se reconstruyen en las Gilces

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Las mujeres construyen y se reconstruyen en las Gilces
Verónica Melo y Victoria Zambrano recuerdan sus primeros días de trabajo/ Romina Garzón ONU Mujeres, Ecuador

Las Gilces es una pequeña comunidad internada entre la vegetación tropical y el mar. El clima es cálido al igual que su gente y, por donde se transita, se pueden ver casas de construcción mixta. Muchas están levantadas con ladrillos y concreto, tienen pórticos de madera y cuentan con techos tejidos con hojas de palma. Esta población fue una de las afectadas por el terremoto que asoló gran parte la zona costera del Ecuador, hace dos meses.

El sismo de 7.8 ocurrido el pasado 16 de abril en Ecuador dejó alrededor de 28.000 personas damnificadas, según datos de la Secretaría de Gestión de Riesgos. Manabí fue la provincia más devastada. En las Gilces, 100 de las 700 casas, que hay en total, se marcaron con sello rojo después del terremoto; esto quiere decir que sus estructuras sufrieron fuertes daños y deben ser demolidas. Pero, a pesar de todo, la esperanza no ha muerto.

Los pobladores de esta comunidad se han unido en un esfuerzo conjunto por recuperar su hogar. La tragedia ha generado unión, e incluso, oportunidades para todos. Actualmente existe un proyecto de remoción de escombros al que también se han sumado muchas mujeres del poblado. Esto significa que ellas también serán partícipes de la reconstrucción y además podrán acceder a medios de vida para corto y mediano plazo.

La separación de restos se realiza mediante la metodología Cash for work. que significa dinero por trabajo. A través de esta iniciativa, se llevan a cabo trabajos de recuperación con personal local, que recibe un salario por las actividades que realiza. El objetivo es lograr que las comunidades afectadas por algún desastre superen la situación de crisis y recuperen, cuanto antes, su cotidianidad en términos sociales y económicos.


Ellas derriban paredes

Las mujeres construyen y se reconstruyen en las Gilces

En las Gilces las mujeres no tienen miedo de levantar el pico y la pala, de cargar bultos o de derribar paredes con pesadas herramientas de hierro.

Verónica Lucas Melo, una mujer de 35 años, casada y madre de tres hijos cambió el delantal y las tareas del hogar, por las herramientas, los chalecos y los cascos.

Verónica nunca había trabajado lejos de su esposo, ella estaba acostumbrada al trabajo de cuidado de su hogar y a ayudar a su pareja en las actividades agrícolas u otros pequeños negocios que él emprendía.

A partir de la tragedia, el dinero empezó a escasear y Verónica vio en las tareas de remoción de escombros, una oportunidad para ayudar a su comunidad y su familia. Pese a que sus hijos y sobre todo, su esposo, le dijeron que ella “no tenía nada que hacer en un sitio a donde iban solo hombres”, y pese a sus propios temores, decidió unirse a una cuadrilla de trabajo junto a tres vecinas más.

“Nos pusimos los chalecos reflectores, las botas de caucho y los cascos, y empezamos a caminar por las calles hacia la obra. Todos nos observaban, como diciendo: ¿y a esas que les pasa? ¿a dónde van?”

“Ya cuando llegamos los hombres nos miraban raro, y muchos nos preguntaban qué íbamos a hacer ahí, también nos decían que solo íbamos a estorbar. Yo sentía un inmenso coraje e impotencia del trato que nos daban y de no poder demostrar que nosotros también podíamos”

En un principio, las mujeres de la cuadrilla estaban recelosas de cumplir con las tareas. Victoria, la coordinadora del equipo las animó a tomar los combos y derribar una pared, mientras sus compañeros alegaban: “Vamos a ver quién es la valiente que se atreve a combear”.

Verónica fue la primera en animarse y tomar la pesada herramienta para derrocar la muralla; ella y sus colegas hicieron el trabajo por turnos y, en minutos, derrumbaron el muro.

En otra ocasión, había que cargar unos escombros en una carretilla, subir una cuesta y tirarlos en donde se depositaban estos desechos. Verónica sintió temor de no tener la suficiente fuerza para impulsar la carga hasta el final.  Primero, decidió observar como lo hacían sus compañeros varones, después se armó de valor y fuerza y empujó la carreta hasta el final del empinado camino. “Desde entonces ellos empezaron a tomarnos en cuenta para ayudarles. Ya no nos vieron como las débiles y entendieron que éramos un equipo”, afirmó.

Las mujeres construyen y se reconstruyen en las Gilces
Mujeres trabajando en la reconstrucción de Las Gilces/ Romina Garzón ONU Mujeres, Ecuador

La iniciativa Cash for work, es impulsada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, y otras agencias del sistema en Ecuador.

ONU Mujeres es parte de esta iniciativa y ha coordinado, con el Servicio de Capacitación Profesional, SECAP, la formación de alrededor de 50 mujeres en albañilería. Por su parte, el SECAP ha diseñado un curso corto en el que las mujeres podrán obtener un certificado de formación técnica que les será útil en el futuro.

Participar en tareas, poco convencionales para mujeres, significó un inmenso cambio en la vida de Verónica; ella demostró que es capaz de hacer un trabajo que requiere gran esfuerzo físico. Hoy por hoy, su pareja la mira como par; incluso, le ha propuesto tomar su lugar en las tareas de remoción de escombros, en las que él también participa. Antes, Verónica fue juzgada hoy es considerada una pieza clave en su hogar y en su comunidad. Las mujeres de las Gilces han derribado paredes, y con ellas han logrado destruir enormes barreras.