Solidaridad con las y los valientes defensores de los derechos humanos de las mujeres

Por el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad Al Hussein

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Zeid Ra'ad Al Hussein

Hace casi dos décadas, en Beijing, 189 países se comprometieron a alcanzar la igualdad para las mujeres, en la ley y en la práctica, de modo que todas las mujeres pudieran por fin disfrutar plenamente de sus derechos y libertades como seres humanos en condiciones de igualdad. 

Aprobaron un plan exhaustivo y ambicioso para asegurar que las mujeres cuenten con los mismos derechos que los hombres a la hora de recibir educación y desarrollar su potencial. Los mismos derechos que los hombres a la hora de elegir su profesión. Los mismos derechos a la hora de liderar comunidades y naciones, y decidir sobre sus propias vidas sin miedo a sufrir violencia o represalias. Ya no veríamos cientos de miles de mujeres morir cada día en el parto debido a políticas y sistemas de asistencia sanitaria que no tienen en cuenta su atención. Ya no veríamos a las mujeres ganar considerablemente menos dinero que los hombres. Ya no veríamos la existencia de leyes discriminatorias que rigen el matrimonio, la tierra, la propiedad y la herencia.

En los años subsiguientes, el mundo ha presenciado un enorme progreso: la cifra de mujeres en el mercado laboral ha aumentado; existe mayor paridad de género en la escolarización a nivel de primaria; el índice de mortalidad materna ha descendido en casi un 50 por ciento; y hay más mujeres que ocupan puestos de liderazgo. Asimismo, cabe señalar que los gobiernos hablan sobre los derechos de las mujeres como derechos humanos, y los derechos de las mujeres y la igualdad de género están reconocidos como objetivos legítimos e indispensables.

Sin embargo, el mundo todavía queda lejos de la visión que planteaba Beijing. Aproximadamente 1 de cada 3 mujeres de todo el mundo sufrirá violencia física y/o sexual en algún momento de su vida. A nivel mundial, menos de una cuarta parte de los miembros de los parlamentos son mujeres. En más de 50 países no existe protección jurídica para las mujeres contra la violencia doméstica. Prácticamente 300.000 mujeres y niñas murieron en 2013 por causas relacionadas con el embarazo y el parto. Aproximadamente 1 de cada 3 mujeres casadas de edades comprendidas entre los 20 y los 24 años de edad se casó siendo niña. En muchas partes del mundo, las mujeres y las niñas no pueden tomar decisiones sobre sus asuntos más personales: sexualidad, matrimonio, descendencia. Las mujeres y las niñas que optan por tomar sus propias decisiones siguen siendo asesinadas o incluso sus propias familias en la deshonrosa práctica de los asesinatos llamados de honor. En todas nuestras sociedades siguen existiendo estereotipos basados en la inferioridad de las mujeres que a menudo las denigran, humillan y sexualizan.

Actualmente, tenemos la responsabilidad de proteger el progreso conseguido en los últimos 20 años y abordar los retos pendientes. Al hacerlo, debemos reconocer el papel fundamental de las mujeres que defienden los derechos humanos, a menudo con un gran riesgo para ellas y sus familias, precisamente porque se entiende que realizan una tarea que no corresponde socialmente a los estereotipos de género establecidos. Debemos reconocer el papel de todas las personas, mujeres y hombres, que públicamente alzan la voz a favor de la igualdad de género y, a menudo, terminan siendo el blanco de amenazas arcaicas y patriarcales, pero poderosas, a su reputación, su trabajo o incluso su vida. Estas personas extraordinarias —las defensoras y los defensores de los derechos humanos de las mujeres— trabajan en entornos hostiles, donde abundan argumentos de relativismo cultural y a menudo con un telón de fondo que incluye el auge de grupos extremistas y misóginos que amenazan con desmantelar los logros alcanzados en el pasado.

Los ataques contra las mujeres que alzan su voz y exigen sus derechos humanos y contra las personas que defienden la igualdad de género a menudo se designan como acciones que mantienen a las mujeres “en su lugar”. En algunas partes del mundo, se dice a las mujeres que participan en manifestaciones públicas que vuelvan a casa a cuidar de sus hijas e hijos. Recientemente hemos visto el ejemplo de un periódico que publicó fotos de una mujer desnuda, afirmando que era una activista muy conocida; esto significa un ataque que tiene como objetivo causar vergüenza en la defensora y lograr silenciarla. En otros lugares, cuando las mujeres exigen su derecho a contar con métodos modernos y asequibles de anticoncepción, se les tacha de prostitutas en campañas de desprestigio que buscan socavar su credibilidad. Los ataques en línea contra aquellas personas que defienden los derechos humanos de las mujeres y la igualdad de género por los llamados “trolls” —que amenazan con crímenes horribles — cada vez son más frecuentes.

Estos ataques tienen el mismo hilo conductor: toman como base estereotipos de género y normas sociales discriminatorias muy arraigadas en un intento de silenciar a aquellas personas que desafían el antiguo sistema de desigualdad de género. No obstante, estas defensoras y estos defensores no callarán, y debemos mostrar nuestra solidaridad con ellas y ellos frente a estos ataques cobardes.

Por ello, mi Oficina ha decidido lanzar una campaña que rinda homenaje a las mujeres y los hombres que desafían los estereotipos y luchan por los derechos humanos de las mujeres. La campaña se desarrollará a partir del Día de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre de este año, hasta el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2015. Animamos a todo el mundo a unirse a las filas de estas y estos valientes e inspiradores activistas en los medios sociales (#reflect2protect) y sobre el terreno.

A medida que nos acercamos al 20º aniversario de Beijing, se debe poner fin a la discriminación y la violencia contra las mujeres, así como a los estereotipos que las reducen a papeles establecidos muy limitados. La mujer tiene el derecho de tomar sus propias decisiones respecto a su vida y su cuerpo. La garantía de estos derechos y su implementación son obligaciones no negociables de todos los Estados. Las y los defensores de los derechos humanos de las mujeres fueron decisivos para asegurar el ambicioso programa que se definió en Beijing. Su trabajo, su activismo y su valentía merecen nuestro reconocimiento, nuestro apoyo y nuestro respeto. 


Zeid Ra’ad Al Hussein es el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y cuenta con amplia experiencia en la diplomacia internacional y la protección de los derechos humanos. Fue el primer Presidente de la Asamblea de los Estados partes del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, y ex Presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.